Qué siente nuestro cuerpo
Hay dos preguntas que yo suelo hacer frecuentemente a mis pacientes: la primera, ¿qué emoción estás sintiendo ahora mismo? Y la segunda, ¿cómo y dónde la sientes en tu cuerpo?
Ante la primera pregunta, cada vez nos vamos acostumbrando más a responder poniendo nombre a lo que sentimos y dejando algo más de lado el típico: “estoy normal, como siempre”.
Pero ante la segunda pregunta, las respuestas no suceden de la misma manera. Generalmente hay una expresión de extrañeza o una respuesta de: “no sé qué siente mi cuerpo”.
¿Por qué nos ocurre esto?
A nivel emocional, solemos prestar atención a nuestro cuerpo cuando nos asusta. Esto suele ocurrir en dos direcciones: cuando lo sentimos demasiado activado (asociándolo a síntomas de ansiedad: sensación de ahogo, palpitaciones, falta de atención) o cuando lo sentimos demasiado desactivado (asociándolo a síntomas depresivos: cansancio, pérdida de energía, apatía). Lo que aprende nuestro cerebro es que tenemos que escuchar a nuestro cuerpo solo cuando se dispara una alerta, ya sea por exceso o por defecto de activación. Si esto es así, la forma de mirar y sentir nuestro cuerpo va a ser desde el miedo y la vigilancia por si se activa esa alerta.
A nivel físico, nos fijamos en nuestro cuerpo tanto si nos gusta mucho lo que vemos como si no nos gusta nada. Me explico: tendemos a decirnos elogios y exponer nuestro cuerpo si nos gusta lo que vemos y tendemos a criticarlo y a evitar mirarlo si no nos gusta lo que vemos. No hay un sentirnos como tal, sólo hay un diálogo con nuestra mente sobre lo que está bien y lo que está mal en relación a nuestra imagen. Consecuencia: el cuerpo miente a través de un lenguaje tramposo. Y esto suele conllevar problemas asociados a inestabilidad emocional y baja autoestima.
Consecuencias de no escuchar y sentir nuestro cuerpo
– Tendencia a racionalizar las situaciones con carga emocional, infravalorando lo que se siente.
– Grandes dificultades para regular nuestras emociones y las de los demás.
– Dificultades para establecer relaciones profundas con los demás
– Establecer una mala relación con la comida, ya que tendremos dificultades para sentir las sensaciones derivadas de la necesidad de comer y de la saciedad.
– Desarrollar problemas de imagen corporal, cuyo caso más extremo es la distorsión de la imagen corporal, de la cual derivan los Trastornos de la conducta alimentaria-TCA (anorexia y bulimia), vigorexia y ortorexia.
Cómo puedes integrar tu cuerpo en tu mundo emocional
– Realiza actividades que implique movimiento corporal: deporte, baile, yoga
– Reconoce las sensaciones físicas que te envía tu cuerpo: frío/calor, tensión/relajación, dolor/bienestar, etc.
– Siéntate o túmbate y toca tu cuerpo
– Practica breves ejercicios de mindfulness o cualquier tipo de meditación
– Toma consciencia de tu lenguaje no verbal, notando tu postura
Si os interesa conocer más sobre qué es la imagen corporal y qué influye en ella, podéis leer nuestro post haciendo click.
Si consideras que te podría venir bien cuidar más tu cuerpo, mejorar tu imagen corporal y gestionar mejor tus emociones, podemos ayudarte. En Promethea, nuestro Centro de Psicología en Granada, te resolveremos las dudas y os ofrecemos terapia online y terapia psicológica presencial.
Rocío Pérez Lobato
Psicóloga de infantojuvenil y de adultos
en Centro de Psicología Promethea